Mina de Ojen |
Los comienzos de la industrialización en España abarcan desde el siglo XVIII hasta bien entrado el XIX.
La primera zona española que se vio libre del control de los gremios y que experimentó un fuerte desarrollo fue la industria algodonera en Cataluña, aunque la coyuntura política entre 1793 y 1814 influyó negativamente en este arranque industrial.
La pérdida del mercado colonial obligó a la industria textil catalana a centrarse en el mercado interior nacional, peninsular, en un proceso que llevó a un enfrentamiento directo entre nobleza y sus trabas feudales al comercio, y burguesía catalana.
La lucha por la libertad comercial en el interior y el proteccionismo estatal, (mediante impuestos con que se gravasen las importaciones), y las innovaciones técnicas (introduciendo máquinas más avanzadas) serán las características del sector textil desde 1820.
A partir de 1824 se facilita el acceso a materias primas más baratas y a fuentes de energía procedentes del carbón asturiano. En 1827 se consigue a su vez la entrada en vigor de una prohibición de la introducción de tejidos de algodón de origen extranjero.
A partir de 1830 se inicia el arranque de la nueva industria dentro ya de una coyuntura económica favorable. Este arranque se focaliza en tres sectores: el hullero (carbón), el siderúrgico (producción de hierro) y el algodonero catalán. Este último sector recibe un fuerte empuje en las décadas de 1840 y 1850 por la política proteccionista del gobierno, la introducción de maquinarias inglesas y la inversión de capital procedente del comercio colonial.
Lo más destacado fue el desarrollo de la siderurgia. Los núcleos principales fueron el andaluz, desde 1832, seguido por los núcleos asturiano y vasco.
Siguiendo el modelo europeo de altos hornos al carbón vegetal y afinación y laminación a la hulla se instalaron plantas en Marbella (Málaga) y en Cazalla de la Sierra (Sevilla).
La conjunción de factores técnicos, empresariales y geológicos venían a confluir en la creación de hornos de fundición.
En Málaga se produjo, hacia 1826, esta situación: los conocimientos tecnológicos del ingeniero logroñés Francisco Antonio de Elorza, el instinto empresarial de Manuel Agustín Heredia, y el yacimiento de mineral de hierro de Ojén.
Ojén se encuentra a ocho kilómetros al nordeste de Marbella sobre el camino del interior que enlazaba con Málaga. . La mina de hierro del Peñoncillo fue explotada por una compañía inglesa y dio trabajo a numerosas personas de Ojén y Marbella.
¿Qué faltaba para poner en marcha estos primeros altos hornos civiles? Evidentemente la energía, y este sería el gran problema de la siderurgia andaluza.
Los primeros altos hornos se alimentaron con carbón de leña, aunque era necesario contar también con carbón mineral para el proceso de afinación. La necesidad de importar el mineral desde Inglaterra encarecía mucho el hierro.
En Mieres, donde se había fundado un Alto Horno en 1848, se creó la Sociedad Duro y Cía. en La Felguera en 1857. Estas siderurgias utilizaban coque y es la razón por la que la industria asturiana (que contaba con el carbón a pie de fábrica) tomó la delantera en los años sesenta del siglo XIX, desplazando a Andalucía y Cataluña.
En Vizcaya se había instalado en 1849 un Alto Horno de carbón vegetal en Bolueta (Epalza y Compañía). A partir de 1860, la compañía Ybarra impulsó la instalación de Altos Hornos en Baracaldo que, desde 1865, introdujo el coque.
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