Me he venido hasta aquí (...) para hablar sólo un poco, muy poco, con algún transeunte y preguntarle una dirección. En esta ciudad, donde la respuesta es siempre la misma: "Destra, sinistra, sinistra, destra, destra, sinistra e altra volta sinistra".

Antonio Gala: Los papeles de agua.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Corazón de Ulises

                Todo europeo que ame los libros debe traspasar, al menos una vez en su vida, la Puerta de los Leones de Micenas.(...)
Cuando llegué a Micenas, el sol había ganado la partida a los últimos restos de la bruma y el valle temblaba bajo la robusta luz.
(...)Uno siempre aspira a visitar en soledad lugares como Micenas,
pero es algo imposible en nuestro tiempo. (...) Supongo que la mayoría de los turistas que había allí aquella mañana sentían lo mismo que yo: que tenían el derecho de estar solos.
                Ascendí la cuestecilla y alcancé la briosa Puerta de los Leones, cercada de bloques de piedra imbatibles frente al furor de los siglos.(...) No hay, quizá, una entrada tan imponente en el mundo para el palacio de un rey.  (...)
                Al traspasar la Puerta de los Leones, aquella mañana
luminosa,(...) sentía a Homero caminando a mi lado, pero la presencia de Shakespeare me parecía en esa hora más próxima. Quizá tan sólo porque Micenas es el lugar del crimen, del gran crimen, del asesinato más literario de la historia del mundo.(...)
Ascendía, pues, en la mañana luminosa, las rampas marmóreas de Micenas(...)entre los berridos de agonía de Egisto, los ayes de dolor de Clitemnestra, lamentos de un moribundo Agamenón, gritos de parcas, suspiros perplejos del vengador Orestes, versos encendidos de Eurípides, y consejos temibles de Lady Macbeth. (...) Olía a muerte en la mañana de Micenas mientras los alegres turistas se fotografiaban unos a otros con furor, ignorantes del crimen, de los más grandes, espantosos y magníficos crímenes de la historia de la literatura.
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                (...)los criterios morales de los griegos no se parecían en absoluto a los nuestros, heredados en su mayoría del mundo cristiano. Sus dioses, entre otras cosas, no eran infinitamente buenos e infinitamente justos, como el dios cristiano, sino infinitamente malignos e infinitamente caprichosos. En la Antigüedad clásica, del último que podías fiarte era de un dios.
      
                  Javier Reverte. Corazón de Ulises.  Aguilar.


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