Me he venido hasta aquí (...) para hablar sólo un poco, muy poco, con algún transeunte y preguntarle una dirección. En esta ciudad, donde la respuesta es siempre la misma: "Destra, sinistra, sinistra, destra, destra, sinistra e altra volta sinistra".

Antonio Gala: Los papeles de agua.

jueves, 3 de mayo de 2012

El Árbol de la Ciencia: la vigencia de la España Barojiana.


Hurtado pasaba las mañanas en la Biblioteca Nacional, y por las tardes y noches
paseaba. Una noche, al cruzar por delante del teatro de Apolo, se encontró con
Montaner.
(…) Subieron juntos la cuesta de la calle de Alcalá, y al llegar a la esquina de la de
Peligros, Montaner insistió para que entraran en el café de Fornos.
—Bueno, vamos —dijo Andrés.
Era sábado y había gran entrada; las mesas estaban llenas; los trasnochadores, de
vuelta de los teatros, se preparaban a cenar, y algunas busconas paseaban la mirada de
sus ojos pintados por todo el ámbito de la sala.
Montaner tomó ávidamente el chocolate que le trajeron, y después le preguntó a
Andrés:
—¿Y tú, qué haces? —Ahora nada. He estado en un pueblo. ¿Y tú? ¿Concluiste la
carrera?
—Sí, hace un año.  (…)¡Aunque para lo que me sirve el ser médico!
—¿No encuentras trabajo?
—Nada. He estado con Julio Aracil.
—¿Con Julio?
—Sí.
—¿De qué?
—De ayudante.
—¿Ya necesita ayudantes Julio?
—Sí; ahora ha puesto una clínica. El año pasado me prometió protegerme. Tenía
una plaza en el ferrocarril, y me dijo que cuando no la necesitara me la cedería a mí.
—¿Y no te la ha cedido?
—No; la verdad es que todo es poco para sostener su casa.
—¿Pues qué hace? ¿Gasta mucho?
—Sí.
(…) — ahora, además, como te decía, tiene una clínica que ha puesto con dinero del
suegro. Yo he estado ayudándole; la verdad es que me ha cogido de primo; durante más
de un mes he hecho de albañil, de carpintero, de mozo de cuerda y hasta de niñera;
luego me he pasado en la consulta asistiendo a pobres, y ahora que la cosa empieza a
marchar, me dice Julio que tiene que asociarse con un muchacho valenciano que se
llama Nebot, que le ha ofrecido dinero, y que cuando me necesite me llamará.
—En resumen, que te ha echado.
—Lo que tú dices.
—¿Y qué vas a hacer?
—Voy a buscar un empleo cualquiera.
—¿De médico?
—De médico o de no médico. Me es igual.

(…)—De manera que nadie ha marchado bien de nuestros condiscípulos.
—Nadie o casi nadie, quitando a Cañizo con su periódico de carnicería, y con su
mujer que los domingos le da langosta.
—Es triste todo eso. Siempre en este Madrid la misma interinidad, la misma
angustia hecha crónica, la misma vida sin vida, todo igual.
—Sí; esto es un pantano —murmuró Montaner.
—Más que un pantano es un campo de ceniza.

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