(...) Pero le voy a contar una
cosa que usted no sabe , una cosa de la
guerra. (...) Cuando salí hacia el frente en el 36 iban conmigo otros
muchachos. (...) Hicimos la guerra
juntos.(...) Ninguno de ellos sobrevivió. (...) Desde que terminó la guerra no
ha pasado un solo día sin que piense en
ellos. (...) Todos muertos. Muertos. Muertos. Todos. Ninguno probó las cosas
buenas de la vida: ninguno tuvo una mujer para él solo, ninguno conoció la
maravilla de tener un hijo y de que su hijo, con tres o cuatro años, se metiera
en su cama, entre su mujer y él, un domingo por la mañana, en una habitación
con mucho sol...
(...) A veces sueño con ellos, y me siento culpable: les
veo a todos, intactos y saludándome entre bromas, igual de jóvenes que
entonces, porque el tiempo no corre para ellos; igual de jóvenes y
preguntándome por qué no estoy con ellos, como si los hubiese traicionado,
porque mi verdadero lugar estaba allí; o como si yo estuviese usurpando el
lugar de alguno de ellos; o como si en realidad yo hubiera muerto hace 60 años en cualquier cuneta de España o
de África o de Francia y estuviese soñando una vida futura (...) Nadie se acuerda de ellos, nadie. Nadie se
acuerda siquiera de por qué murieron, de por qué no tuvieron mujer e hijos y
una habitación con sol.
Javier Cercas. Soldados
de Salamina
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