Iba a cumplir 23 años el mes siguiente, era ya infractor del servicio militar y veterano de dos blenorragias y me fumaba cada día, sin premoniciones, sesenta cigarrillos de tabaco bárbaro.
Alternaba mis ocios entre Barranquilla y Cartagena de Indias, en la costa Caribe de Colombia, sobreviviendo a cuerpo de rey con lo que me pagaban por mis notas diarias en El Heraldo, que era casi menos que nada, y dormía lo mejor acompañado posible donde me sorprendiera la noche.
Como si no fuera bastante la incertidumbre sobre mis pretensiones y el caos de mi vida, un grupo de amigos inseparables nos disponíamos a publicar una revista temeraria y sin recursos que Alfonso Fuenmayor planeaba desde hacía tres años.
¿Qué más podía desear?
Gabriel García Márquez 2002
El regreso de García Márquez a la literatura con mayúsculas. El presente fragmento es la mejor declaración de principios que nadie pueda tener a los 23 años. Todo un estilo de vida.
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